Cazadores de Sombras: Escena del Invernadero desde el Punto de Vista de Jace

Esta es la escena completa del Invernadero desde el Punto de Vista de Jace que Cassandra Clare ha compartido como premio por la victoria de Clary en el Torneo de HeroĆ­nas de YA Sisterhood..

Besé tus labios y te rompí el corazón

La campana del Instituto empieza a sonar, el profundo latido de corazón de la cumbre de la noche.
Jace deja su cuchillo. Es una navaja pequeña y prolija, con el mango de hueso, que Alec le dio cuando se convirtieron en parabatai. La usa constantemente y el agarre se estÔ desgastando por la presión de su mano.
"Medianoche," dice Ć©l. Puede sentir a Clary a su lado, su respiración suave en el frĆ­o, el olor a hojas del invernadero. Ɖl no se fija en ella, sino que mira hacia adelante, en los brotes brillantes de la planta de medianoche. No estĆ” seguro de por quĆ© no quiere mirarla. Recuerda la primera vez que vio el florecimiento de las flores, durante la clase de horticultura, sentado en un banco de piedra con Alec e Izzy a cada lado de Ć©l, y los dedos de Hodge en el tallo de la flor - los habĆ­a despertado cerca de la medianoche para mostrarles esa maravilla, una planta que normalmente crece sólo en Idris - y recordĆ© el aliento de la captura en el aire de la medianoche invernal, a la vista de algo tan sorprendente y tan hermoso.

Alec e Isabelle han estado interesados, pero no, recuerda, atrapado por la belleza que habĆ­a sido. Le preocupa, incluso ahora, cuando las campanas repican, en que Clary sea igual: interesada o complacida, incluso, pero no encantada. Ɖl quiere que ella siente lo que hay sobre la medianoche, aunque no sabrĆ­a decir por quĆ©.

Un sonido escapa de su boca, un suave "¡Oh!" La flor estĆ” floreciendo: abriĆ©ndose como el nacimiento de una estrella, todo el polen brillante y pĆ©talos de oro blanco. "¿Florecen todas las noches?"

Una oleada de alivio lo inunda. Sus ojos verdes brillantes, fijos en Ć©l. Ella flexiona los dedos inconscientemente, la forma en que ha llegado a comprender que hace cuando estĆ” deseando tener un bolĆ­grafo o un lĆ”piz para capturar la imagen de algo delante de ella. A veces desearĆ­a poder ver como ella: ver el mundo como un lienzo para ser capturado en la pintura, tizas y acuarelas. A veces, cuando ella lo mira de esa manera Ć©l se encuentra casi ruborizĆ”ndose, una sensación tan extraƱa que casi no se reconoce. Jace Wayland no se ruboriza.

"Feliz cumpleaƱos, Fray Clarissa", dice, y su boca se curva en una sonrisa. "Tengo algo para ti." Hurga, un poco, alcanzando en el bolsillo, aunque no cree que ella se de cuenta. Cuando presiona la piedra de luz mƔgica en su mano, Ʃl es consciente de lo pequeƱos que son sus dedos - delicados pero fuertes, callosos de horas de aguantar lƔpices y pinceles. Los callos le hacen cosquillas en sus dedos. Se pregunta si el contacto con su piel le acelera el pulso a ella de la forma en que lo hace hace cuando ella le toca.

Aparentemente no, porque se aleja de él con una expresión que muestra curiosidad solamente. "Sabes, cuando la mayoría de las chicas dicen que quieren un pedrusco, no quieren decir, sabes, literalmente, un pedrusco."

Ɖl sonrĆ­e sin querer. Lo cuĆ”l es inusual en Ć©l mismo, por lo general solo Alec e Isabelle pueden hacerle reĆ­r. SabĆ­a que Clary era muy valiente la primera ver la que conoció - caminando en esa habitación despuĆ©s de Isabelle sin armas y sin preparar, tuvo el tipo de valor que no asocian con los mundanos, pero el echo de que ella lo hizo reĆ­r aĆŗn le sorprende mĆ”s. "Muy divertido, mi sarcĆ”stica amiga. No es una pierda, precisamente. Todos los Cazadores de sombras tienen una luz mĆ”gica. Que te traerĆ” la luz, incluso entre las sombras mĆ”s oscuras de este mundo y de los demĆ”s." Eran las mismas palabras que su padre habĆ­a hablado con Ć©l, al darle su primera piedra mĆ”gica. ¿QuĆ© otros mundos? Jace le habĆ­a pedido, y su padre se habĆ­a reĆ­do solamente. Hay mĆ”s mundos a un suspiro de distancia de Ć©ste que granos de arena en una playa. 

Ella le sonríe y hace una broma sobre los regalos de cumpleaños, pero él siente que ella se emociona, se desliza la piedra en el bolsillo con cuidado. La flor medianoche ya estÔ derramando sus pétalos como una lluvia de estrellas, iluminando su cara con una iluminación suave. "Cuando tenía doce años, quería un tatuaje", dice. Un mechón de pelo rojo cae sobre sus ojos, Jace enfrenta a la necesidad de extender la mano y quitarlo hacia atrÔs.

"La mayorƭa de Cazadores de Sombras consiguen sus primeras marcas a los doce aƱos. Debe haber sido tu sangre. "

"Tal vez. Aunque dudo que la mayorĆ­a de los Cazadores de Sombras se hace un tatuaje de Donatello de las Tortugas Ninja Mutantes en su hombro izquierdo." Ella sonrĆ­e, de esa manera que hace cuando dice cosas que son totalmente inexplicables para Ć©l, como si las estuviera recordando con cariƱo. Le llega una punzada de celos por sus venas, aunque no estĆ” seguro de lo que estĆ” celoso. Simon, quiĆ©n entiende sus referencias del mundo mundano y Jace no puede ser parte Ć©l. El mundo mundano en sĆ­ al que ella podrĆ­a volver algĆŗn dĆ­a, dejandole a Ć©l y a su universo de demonios y cazadores, las cicatrices y la batalla, ¿con gratitud por detrĆ”s?

Se aclara la garganta. "¿QuerĆ­as una tortuga en el hombro?"

Ella asiente con la cabeza, y su cabello se cae fuera lugar. "QuerĆ­a cubrir mi cicatriz de viruela." Quita una tira de la camiseta a un lado. "¿Ves?"

Y lo ve: hay algĆŗn tipo de marca en el hombro, una cicatriz, pero ve mĆ”s que eso: ve la curva de su clavĆ­cula, la fina capa pecas en la piel como una capa de oro, la curva suave de su hombro, el pulso en la base de su garganta. Ve la forma de su boca, los labios entreabiertos. Sus pestaƱas cobrizas, cómo las baja. Y es arrastrado a travĆ©s de una ola de deseo, un tipo que nunca ha experimentado antes. Ɖl deseó niƱas antes, sin duda, y satisfizo ese deseo: siempre habĆ­a pensado en Ć©l como hambre, la necesidad de un tipo de combustible que el cuerpo desea.

Nunca habĆ­a sentido deseo de esta manera, un fuego limpio que quema el pensamiento, que hace que sus manos - no tiemblen, exactamente, pero vibran con energĆ­a nerviosa. Aparta los ojos de ella, a toda prisa. "Se estĆ” haciendo tarde", dice. "Tenemos que irnos."

Ella lo mira, con curiosidad, y no puede evitar la sensación de que esos ojos verdes pueden ver a travĆ©s de Ć©l. "¿Alguna vez has salido con Isabelle?", preguntó.

Su corazón todavĆ­a late con fuerza. No entiende bien la pregunta. "¿Isabelle?" repite. ¿Isabelle? ¿QuĆ© tiene Isabelle que ver con esto?

"Simon se preguntaba," dice ella, y Ć©l odia la forma en que ella dice el nombre de Simon. Ɖl nunca habĆ­a sentido nada como esto antes: nada lo ponĆ­a tan nervioso como ella. Recuerda ir hacia ella en el callejón detrĆ”s de la cafeterĆ­a, la forma en que habĆ­a querido llamarla a fuera, lejos del muchacho de cabello oscuro con el que estaba siempre, a su mundo de sombras. HabĆ­a sentido incluso entonces que ella pertenecĆ­a  donde Ć©l pertenecĆ­a, no en el mundo mundano, donde las personas no eran reales, donde pasan mĆ”s allĆ” de su visión como marionetas en un escenario. Pero esta chica, con sus ojos verdes lo cubrió como una mariposa, ella es real. Como una voz escuchada en un sueƱo, que sabes que proviene del mundo de la vigilia, ella es real, perforando la distancia que ha puesto tanto cuidado de sĆ­ mismo como una armadura.

"La respuesta es no. Quiero decir, puede haber habido un momento en que uno u otro lo considerase, pero es casi una hermana para mƭ. Serƭa extraƱo. "

"¿Quieres decir que Isabelle y tĆŗ nunca -"

"Nunca".

"Ella me odia", dijo Clary.

A pesar de todo, Jace casi se ríe, como un hermano podría, se toma un cierto deleite en observar a Izzy cuando estÔ frustrada. "Sólo la pones nerviosa, porque ella siempre ha sido la única chica en un grupo de chicos que la adoran, y ahora ya no es."

"Pero ella es tan hermosa."

"Tu también lo eres", dice Jace, de forma automÔtica, y ve que la expresión de Clary cambia. No puede leer su rostro. Es casi como si nunca le ha dicho a una chica que es muy guapa antes, pero no puede recordar un momento en que no fue calculado. Fue accidental. Le hacía sentir como ir a la sala de entrenamiento y lanzara cuchillos y patadas y puñetazos y luchara contra las sombras hasta que estuviera ensangrentado y agotado, y como si su piel estuviera abierta, esa era la forma en la que estaba acostumbrado.

Ella se le queda mirando, en silencio. La sala de entrenamiento es, entonces.

"Probablemente deberĆ­amos bajar", dice otra vez.

"EstĆ” bien." Ɖl no puede decir lo que ella estĆ” pasando por su voz, tampoco; su capacidad para leer a la gente parece le ha abandonado y no entiende por quĆ©. Rayos de luz de la luna llegan a travĆ©s de los cristales del invernadero hacia su camino de salida, Clary ligeramente por delante de Ć©l. Algo se mueve delante de ellos - una chispa de luz blanca - y de repente ella se queda parada y medio se vuelve hacia Ć©l, y de repente estĆ” en el cĆ­rculo de sus brazos, y es cĆ”lida y suave y delicada y la estĆ” besando.

Y se asombra. Ɖl no funciona de esta manera; su cuerpo no hace las cosas sin su permiso. Es su instrumento tanto como el piano, y Ć©l siempre ha estado en perfecto dominio del mismo. Pero ella sabe dulce, como manzanas y cobre, y su cuerpo en sus brazos es tembloroso. Ella es tan pequeƱa, sus brazos van a su alrededor, para sostenerla, y se pierde. Entiende ahora por quĆ© los besos en las pelĆ­culas se filman como son, con la cĆ”mara dando vueltas sin parar, dando vueltas: el suelo es inestable en sus pies y se aferra a ella, por pequeƱa que sea, como si pudiera sostenerlo.

Sus manos suaves por la espalda. Puede sentir su respiración contra Ć©l; un grito de sorpresa en medio de  los besos. Sus delgados dedos en su pelo, en la parte posterior de su cuello, enredando suavemente, y recuerda la flor de medianoche y la primera vez que lo vió y pensó: aquĆ­ hay algo muy bonito que pertenece adecuadamente en este mundo.

La fuerza del viento es audible para Ʃl primero, Instruƭdo como estƔ para escucharlo. Se retira de Clary y ve a Hugo, ubicado en el hueco de un pequeƱo ciprƩs. Sus brazos estƔn todavƭa alrededor de Clary, su peso ligero contra Ʃl. Sus ojos estƔn medio cerrados. "No te asustes, pero tenemos audiencia", le susurra. "Si Hugo estƔ aquƭ, Hodge no debe andar lejos. Tenemos que irnos."

Su ojos verdes aletean todo el camino abiertos, y parece divertida. Eso pica un poco en su ego. DespuĆ©s de ese beso, ¿no deberĆ­a estar ella desmayĆ”ndose a sus pies? Pero ella estĆ” sonriendo. Ella quiere saber si Hodge estĆ” espiando. La tranquiliza, pero siente su suave sonrisa con un viaje a travĆ©s de sus manos unidas - ¿Cómo ocurre eso? - mientras ellos van camino hacia abajo.

Y entonces lo entiende. Ɖl entiende por quĆ© las personas se dan la mano: Ć©l siempre habĆ­a pensado que se trataba de posesión, diciendo: Esto es mĆ­o. Pero se trata de mantener el contacto. Se trata de hablar sin palabras. Se trata de que te quiero conmigo y no te vayas.

La quiere en su habitación. Y no de esa manera - ninguna chica ha estado nunca en su habitación de esa manera. Es su espacio privado, su santuario. Pero quiere a Clary allí. Quiere que ella lo vea, la realidad de él, no la imagen que muestra al mundo. Quiere que se acueste en la cama con ella y tenerla envuelta dentro con él. Quiere observar su respiración suavemente durante la noche; verla como nadie la ve: vulnerable y dormida. Para verla y ser visto.

AsĆ­ que cuando llegan a su puerta, y ella le da las gracias por el picnic de cumpleaƱos, Ć©l aĆŗn no suelta su mano. "¿Te vas a dormir?"

Ella inclina la cabeza hacia arriba y puede ver que su boca lleva la huella de sus besos: un color de rosa, como los claveles en el invernadero, y se le hace un nudo en el estómago. Por el Ángel, piensa, estoy tan...

"¿No estĆ”s cansado?" pregunta ella, rompiendo sus pensamientos.

Hay un hueco en la boca de su estómago, una irritabilidad nerviosa. Quiere empujarla de nuevo hacia sĆ­ mismo, para verter en ella todo lo que siente: su admiración, sus reciĆ©n adquiridos conocimientos, su devoción, su necesidad. "Nunca he estado mĆ”s despierto".

Ella levanta la barbilla, un movimiento inconsciente, rÔpido, y él se inclina hacia abajo, ahuecando la cara con su mano libre. No quería darle un beso aquí - demasiado público, demasiado fÔcil para ser interrumpidos -, pero no puede dejar de tocar su boca con la suya con ligereza. Sus labios en los de él, se apoya en ella y no puede parar. Estoy tan -

Es en ese preciso momento que Simon abre la puerta de la habitación y sale al pasillo. Y Clary se aleja de él a toda prisa, volviendo la cabeza a un lado, y él se siente con un dolor agudo como el de una venda que se quita de la piel.

Estoy muy jodido.
 

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