Mi nombre es Sarah Parsons yo tenĆa diecisĆ©is aƱos cuando mi abuela muriĆ³, lo Ćŗnico que recuerdo de ella es su cĆ”lida sonrisa. para mi fue unos de los golpes mĆ s duros en toda mi existencia, mi abuela era mi amiga, mi confidente, siempre compartĆamos nuestros secretos o eso pensaba yo....
AƱo 1916
Sarah Parsons, edad 16 aƱos
Nunca habĆa pisado Amber House, la gran mansiĆ³n de Maryland que ha estado en la familia durante tres siglos hasta ahora. Jamas habĆa visto una mansiĆ³n que tenga la capacidad de trasladarte a un cuento de hadas, o eso fue lo primero que pensamos Jackson mi mejor amiga y yo, pero algo me dice que eso esta apunto de cambiar....
Al contemplar el grande laberinto hecho de musgo que atraviesa la casa, siento que esta llena de vida, demasiada vida a decir verdad...y ahora se que mis sospechas eran ciertas...
Estoy caminando por cada uno de sus pasillos y siento sombras y magia en ellos. Pero algo me cega los ojos, algo esta brillando, veo diamantes, si son diamantes perdidos en sus paredes, pero ellos no estƔn solos, son acechados por sombras intentando cazarlos. Jasckon y yo nos miramos a los ojos y pensamos lo mismo, realmente no estamos solas.......
Lo que mĆ s me aterra son la visiones del pasado de la casa que empiezan a cruzar por mi mente, como el capitĆ”n del barco del siglo XVII escondiendo las joyas que encontramos detrĆ”s de las paredes, o el glamour de mi bisabuela contemplĆ”ndose al espejo enloquecida por el dolor, o un joven llamado Richard Hathaway, cuyas historias familiares son cada una profundamente entrelazadas con la mĆa. Ahora me doy cuenta que los secretos e historias de mi abuela no eran cuentos dirigidos a una niƱa de 6 aƱos con el fin de que durmiera. Si esto es verdad, entonces su final tambiĆ©n lo es. Ahora lo se, debo detener el curso de la historia, debo terminar lo que mi abuela inicio antes de que sea demasiado tarde.
Lo que mĆ s me aterra son la visiones del pasado de la casa que empiezan a cruzar por mi mente, como el capitĆ”n del barco del siglo XVII escondiendo las joyas que encontramos detrĆ”s de las paredes, o el glamour de mi bisabuela contemplĆ”ndose al espejo enloquecida por el dolor, o un joven llamado Richard Hathaway, cuyas historias familiares son cada una profundamente entrelazadas con la mĆa. Ahora me doy cuenta que los secretos e historias de mi abuela no eran cuentos dirigidos a una niƱa de 6 aƱos con el fin de que durmiera. Si esto es verdad, entonces su final tambiĆ©n lo es. Ahora lo se, debo detener el curso de la historia, debo terminar lo que mi abuela inicio antes de que sea demasiado tarde.
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