A Hugo nunca le gustó el Invernadero. A pesar de ser un pĆ”jaro, el atractivo de colgarse de un Ć”rbol nunca tuvo sentido para Ć©l. No, su sitio en el hombro de su dueƱo era mucho mejor. Sin embargo, cuando era requerido para espiar a alguien - algo que lo enorgullecĆa a sĆ mismo - no importaba dónde tuviera que esconderse. VolarĆa dentro de un volcĆ”n en erupción si su dueƱo se lo sugiriera.
Estaba llegando la medianoche muy lentamente. Fuera en la Ciudad de
Nueva York, Hugo sabĆa que estos seres mecĆ”nicos horribles seguĆan
circulando por las calles, las luces fuertes. No le gustaba fuera del
Instituto tampoco; echaba de menos Alacante, el hogar de su dueƱo.
Después de acomodarse a sà mismo en una rama cubierta de flores de carbón - lo mejor para esconderlo,
pensó - su atención fue llevada dentro del invernadero. Voces, suaves y
afectuosas, flotaban dentro de la sala con flores y se mezclaban con el
oscuro aroma de la tierra humeda.
"Wow." Solo necesitó el mero sonido de la voz de la chica con el pelo
fiero para hacer que el estómago aviar de Hugo batir. Miró como se
volvĆa lentmente, tomando la habitación con una fresca admiración. La
mirada en su cara era similar a la que tenĆa cuando miraba a Jace. La
misma mirada que hacĆa que Hugo quisiera picotear su cara hasta que se
olvidara. "Es tan bonito aquĆ por la noche."
Francamente, Hugo habrĆa dicho que el momento del dĆa no importaba -
los arboles eran arboles - pero entonces vio la manera en la que Jace la
miró. No le gustó ni un pelo. Tampoco la manera en la que el chico de
los ojos de oro reveló que 'tenĆan un sitio para ellos solos.' Su
maestro le habĆa preguntado en mantener un ojo en la creciente relación
entre la pareja, pero no tenĆa no permitido sabotearla.
Mientras que un sentimiento poco familiar quemaba en el pecho de
Hugo, Jace y Clary se movieron para sentarse en un particular aburrido
arbusto, salpicado de brotes que estaban todavĆa a florecer. El pĆ”jaro
ébano sintió un sacudida de satisfacción; si Jace intentaba realmente
impresionar a la chica, habrĆa elegido una de las plantas mĆ”s bonitas de
la sala. En su lugar, se establecieron por algo que reflejó, en la
opinión de Hugo, la personalidad de Clary.
Suave, blanda y la mƔs blanda.
Continuó mirando como Jace sacaba una serie de comida, incluyendo sus
sandwiches de queso a los que Hugo estaba tan aficionado. HabĆa algo en
la manera en la que el chico manejaba poner la cantidad adecuada de
quedo entre cada lado del pan. Nunca era demasiado gordo, nunca
demasiado delgado. Siempre era justo lo correcto. Era una de las muchas
cosas que Hugo adoraba de Ʃl.
Los sentimientos del pÔjaro en relación al Cazador de Sombras no
habĆan aparecido de la nada. No, hubo un momento preciso, de una
increĆble carga quĆmica en un momento concreto en la cuĆ”l el destino de
ambos amigo de plumas y sangre de Ɣngel colisionaron. De hecho, como si
leyera la mente de Hugo, Jace empezó a decirle a Clary sobre el dĆa que
el destino los juntó.
"Bueno, cuando tenĆa cinco aƱos, quise tomar un baƱo con spaghetti."
De repente, la borrosa memoria golpeó a Hugo en un baño de colores.
El chico pequeƱo de los rizos dorados, espirando descaradamente de
detrƔs de la puerta del baƱo. De su pelo, se encontraban colgando
spaghetti, pegados a su redonda y regordeta cara. Hugo habĆa sido un
mero polluello y nunca sintió otra cosa que lealtad hasta ese momento.
Primero, Hugo habĆa sentido una pequeƱa cantidad de resentimiento
hacia el chico y la manera que su maestro pasaba su tiempo enseƱƔndole.
Pero asà como pasaron los años, el chico pequeño empezó a crecer y a
convertirse en un hombre - no, Hugo se corrigió a sà mismo, una divinidad
- y el pĆ”jaro no podrĆa mentirse a sĆ mismo por mĆ”s tiempo. El amor de
Jace habĆa rizado sus plumas como una ventisca disturbia la nieve;
estaba atrapado, completa y absolutamente atrapado.
Siempre que pensaba sobre Jace, y eso era siempre que su maestro no
requerĆa su atención, era como si se sumergiera en una consciencia
diferente. Esta consciencia no era una de la que hubiera estado al tanto
antes, y mientras su mente se hubo llenado con una sofocante oscuridad,
ahora hinchó con luz.
Hubo un tiempo - un simple momento - en el cuĆ”l el chico se habĆa
relacionado con otro pƔjaro. Por aquel entonces, Hugo estaba indignado,
pero tanto como enfado tambiĆ©n habĆa una chispa de esperanza. Si Jace
pudiera aprender a amar a una bestia salvaje, serĆa muy fĆ”cil para Hugo
deslizarse en su corazón.
Esto fue hasta que su maestro rompió el cuello del halcón, las
esperanzas de Hugo, y por lo tanto, su corazón. No fue mucho después
cuando Hugo tambiƩn fue enviado lejos de casa, desplazado en el hombro
de otro - Hodge. Cualquier sueƱo aburrido y desesperado de su dorada alma gemela se derrumbó dentro de Ć©l. No volverĆa a ver al chico.
"...Después que mi padre muriera, ella cambió mucho." La chica, su
nombre - Clarissa, no habrĆa sido uno que su maestro hubiera elegido -
habló, volviendo al cuervo de vuelta al presente. Jace estaba mirÔndola
atentamente ahora, sus ojos del color del arce y le cepillaba la cara.
Una de sus luminosas y delicadas cejas subió en su frente. "¿Te acuerdas de tu padre?"
Hugo sabĆa que la respuesta serĆa 'no.' Hugo sabĆa mĆ”s sobre la chica
de lo que le gustarĆa, pero era lo que sabĆa y lo que ella no lo que lo
mantenĆa en el invernadero. Ella sacudió la cabeza, justo como Ć©l
pensaba.
"No, él murió antes de que yo naciera." Mentiras. Siseó la
palabra en pensamientos, mezclada con una suficiencia que casi le trajo
una sonrisa a su pico. Bueno, tan cercano a una sonrisa como fuera
posible para un pƔjaro.
La voz de Jace de repente sonó mÔs profunda y con un trasfondo de
soledad. El mero sonido casi envió a Hugo volando a su lado, su pico con
ganas de acariciar al chico para confortarlo. "Tienes suerte," dijo Ʃl.
"De esta manera no le echas de menos."
Dejó a Hugo de piedra cómo los humanos podĆan ser tan... estĆŗpidos,
por falta de una palabra mejor. ¿Cómo podĆan no saber que el hombre del
que hablaban era el mismo? Por supuesto, era vital que ambos estuvieran
en la oscuridad - si no fuera asĆ, Hugo habrĆa interrumpido su
nauseabunda aventura dĆas atrĆ”s.
Pero no, su maestro habĆa vuelto despuĆ©s de estos largos siete aƱos,
sobrecargando al cuervo con una misión mÔs allÔ de la que nunca hubiera
soƱado. Seguir a la chica y al chico quiĆ©n hacĆa una puesta de sol - de
llamas de color rojo y oro brillante - mientras caĆan en un plan que
harĆa que su mundo se viniera abajo. Su trabajo era asegurarse que su
maestro supiera cada detalle, cada suave susurro y cada sonrisa secreta;
al final, serĆa su caĆda.
Jace habĆa presionado algo en la mano de Clary - una piedra de luz
mĆ”gica - la cuĆ”l estaba mirando confundida. ¿QuĆ© podrĆa haber pensado su
maestro? Esta chica no sabĆa nada de su mundo. ¿Cómo podĆa alguien tan
loco como un reciƩn nacido ser la llave para el Ʃxito de su maestro?
Especialmente alguien que se tiraba a sĆ misma de manera temeraria en
situaciones que no entendĆa. Hugo habĆa pensado que el estilo de su
maestro era lógico y pensado - no actuar en un capricho pasado.
Clary finalmente se metió la piedra en su bolsillo, "Bueno, gracias.
Ha sido amable por tu parte regalarme algo." Algo sobre el aire entre
ellos alegró a Hugo - era espeso, pesado y torpe. "Mejor que un baño de
spaghetti en cualquier dĆa."
Jace respondió, su voz espesa, oscura y pecordÔndole a Hugo a su
maestro, "Si compartes este pequeño trozo de información personal con
alguien, tendrƩ que matarte."
Por favor, hazlo, pensó el pÔjaro, una rÔfaga de imÔgenes le vinieron
a la mente - todas diferentes situaciones de la muerte de Clary. Su
mĆ©todo favorito particular envolvĆa a un montón de palos de bamboo y -
En un rincón de su vista, algo reclamó su atención. Era pequeño,
verde e inquieto. Ahora, mientras Hugo detestaba el invernadero y no
tenĆa ningĆŗn interĆ©s en Ć”rboles, las cosas que habitaban la frondosa
vegetación eran de otro asunto completamente. Las orugas eran su
favorito.
Echó su vista hacia Clary y Jace. Estaban envueltos en una
conversación de los deseos de cumpleaños pasados de la chica - ser
puesta en una secadora (fuera lo que fuera eso) y una marca de una
tortuga en su hombro. Ćl tambiĆ©n se dio cuenta con una breve
satisfacción la manera que Jace habĆa evitado su mirada cuando ella se
bajó el tirante.
Una vez que se aseguró que estaban lo suficientemente distraĆdos el
uno con el otro (esta vez con el tema de la chica de los Lightwood),
cambió de sitio muy cuidadosamente a través de las luminosas larvas
verdes que se retorcĆan a lo largo de toda la rama. Esto era lo mejor
sobre orugas - ellos no estaban envueltos en una manera que aprobara
velocidad.
Solo habrĆa necesitado algunos trasfondos saltos a lo largo de la
rama, y un pequeƱo salto a la que estaba mƔs allƔ, y el deseo de Hugo
por las orugas habrĆa sido saciado. Su pie se movió cuidadosamente, sus
talones agarrƔndose a la manera silenciosa pero hermƩticamente.
Un salto, dos saltos, tres. El pĆ”jaro estaba tan cerca que podĆa
sentir el jugo de las orugas atravesando su pecho. Le habĆa manchado
ahora, clavado en una hoja mientras intentaba
desesperadamente desangrarlo. Esto era inĆŗtil; Hugo lo tenĆa exactamente
dónde querĆa. Con un fuerte empujón, sus alas se batieron y capturó la
comida entre el pico. Tiraba y se giraba, tratando de escapar en vano,
antes de que lo ingiriera con ganas. Al menos se habĆa ganado algo de
todo este asunto, anotó.
¿Pero habĆa valido la pena la oruga viendo que el amor de su vida besaba a otra?
Ese fuego poco familiar le consumió una vez mÔs. Le llegó en oleadas,
cada una mƔs fuerte y mƔs caliente que la anterior. Cada instinto de su
cuerpo le estaba diciendo una cosa: ataca, ataca, ataca. Pero no
podĆa. Su maestro le habĆa hecho prometer que no harĆa daƱo a la chica.
De todas maneras, el sentimiento de rabia celosa - febril y ardiente -
pulsó a través de su cuerpo, forzando a sus alas aletear con fuerza y
enfadadas.
Toda su vida, querĆa que Jace se diera cuenta de Ć©l y en ese momento, lo hizo.
"No te asustes," el chico rubio dijo, sus brazos todavĆa alrededor
del cuerpo de Clary. Sus ojos se posaron en Hugo - Ɣmbar fundido,
oscurecidos por la pasión, "pero tenemos audiencia."
La chica giró su cabeza, los ojos grandes de sorpresa. Le estudió con
un desprecio que causó que sus talones picaran. Una cara tan bonita,
delicada y pecosa; habrĆa sido un placer destrozarla.
Jace empezó a murmurarle algo a ella, las palabras demasiado suaves
para los oĆdos de Hugo. Lo que Ć©l entendió fue una simple frase,
"Debemos irnos."
"¿Te estĆ” espiando?" Clary susurró fuerte, moviĆ©ndose ligeramente lejos de Jace. "Hodge, quiero decir."
"No. Solo le gusta venir aquà arriba a pensar. Es una pena - estÔbamos teniendo una conversación de lo mÔs interesante."
Con una sonrisa silenciosa, Jace condujo a Clary a travƩs de la
puerta y fuera del invernadero. Hugo permaneció quieto durante un rato,
su pequeƱo cerebro inteligente tomƔndose unos momentos para procesas sus
hallazgos. Mientras el fuego de la celosĆa estaba latente en cada
nervio de su cuerpo, se recordó a sà mismo que no importaba qué
sucediera, sus juegos no durarĆan. Una vez que el plan de su maestro
entrara en plena acción, no serÔn capaces de mirarse el uno al otro.
Y con Clary fuera, Jace estarĆ” solo. Esta no era la primera vez que
el chico se encontrarĆa atado a un pĆ”jaro, Hugo lo sabĆa, pero iba a
asegurarse que este serĆa el Ćŗltimo.
Jace Wayland serĆa suyo.
Las ganas que le tengo a la saga :D
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